03 enero 2011

¡¡YA ESTÁ BIEN DE TANTO PROHIBIR!!

Campos de "golfos", asfaltado de caminos y pistas, tuberias por doquier, cemento y asfalto que no hacen otra cosa que quitar naturalidad a nuestras islas... en fin, me tengo que morder la lengua.  Y luego vienen con estas tonterias:


DESDE DENTRO RICARDO PEYTAVÍ

Y ahora, también fuera los ciclistas2/ene/11 08:01 4/4Nada interesanteDel montónInteresanteMuy interesante1510 votosEdición impresa

DISCUTIR a estas alturas las bondades de la bicicleta como vehículo ideal (no contamina, no consume combustibles fósiles ni de ningún tipo y propicia el tan necesario ejercicio físico) es absurdo en todo el mundo. En los principales países de Europa, cuando hay un conflicto entre bicicletas y automóviles la preferencia la tienen los ciclistas. He visto a miles de personas desplazándose a golpe de pedal en Cuba, en Marruecos, en la India y hasta en Holanda; país, dicho sea de paso, en el que a sus habitantes no les faltan medios para ir en coche a todas partes. Pero van en bici; incluso en invierno, lloviendo o nevando. ¿Y Alemania? ¿Qué decir de Alemania? Este verano, sin ir más lejos, también he visto centenares de kilómetros de vías específicas para bicicletas a ambos lados de las carreteras convencionales. Calzadas asfaltadas de hasta tres metros de ancho, y no esa tomadura de pelo que han hecho en Santa Cruz usando parte de la acera aledaña a la vía marítima. Y cuando en Alemania no hay una vía específica para los ciclistas, porque todavía no la han habilitado en esa zona, de nuevo la preferencia es para los ciclistas, no para los señores que van en coche. Hay ciudades de zonas turísticas alemanas por cuyas calles sólo pueden circular las guaguas, los taxis y las bicicletas.
En Tenerife también en eso somos diferentes. Para salir en bicicleta por las carreteras tinerfeñas hay que estar loco o cansado de vivir. Ya no es sólo que los belillos (y muchos son los que se transforman en belillos apenas se ponen al volante de un coche) adelanten sin respetar la distancia de seguridad, sino que circulan a más de cien por carreteras con la velocidad limitada a sesenta o incluso a cuarenta. Huyendo de la debacle, algunos ciclistas -los que pueden, que tampoco son muchos- se han echado al monte. No en vano esta isla posee más de mil kilómetros de pistas forestales. Sin embargo, hasta esa posibilidad parece que tiene los días contados. Ahora resulta que los ciclistas "destrozan" las pistas forestales cuando circulan por ellas, amén de molestar a los caballos y a los peatones. En el recién concluido año he recorrido en bicicleta una de las variantes más largas -y duras- del camino de Santiago: la Ruta de la plata entre Sevilla y Compostela. Mil kilómetros en los que, al igual que en otros caminos jacobeos, conviven en perfecta armonía jinetes, ciclistas y peatones. En Tenerife, no lo olvidemos, somos diferentes.
Cuando hace unos días me llamaron unos ciclistas -un par de ellos alemanes, por cierto- para contarme que la alegría del monte se iba a terminar, confieso que no me lo pude creer. Llamé a Wladimiro Rodríguez Brito convencido de que se trataba de un error; de una broma del Día de los Inocentes. Pero era verdad. Que si la presión sobre el territorio, que si el deterioro de las pistas. ¿Una bicicleta que pesa diez kilos y usa ruedas de caucho afecta más a un camino forestal que un caballo de media tonelada con herraduras de hierro? A ver quién se cree eso. Por favor.
Vaya por delante que estamos hablando de pistas forestales. Circular en bicicleta por los senderos hace tiempo que está prohibido, en gran medida para evitar la práctica de una modalidad -el descenso- que, al parecer, daña los caminos. Los demás ciclistas se limitan a circular por las pistas habilitadas incluso para vehículos pesados. Nada más. No obstante, incluso en el caso del piberío que se lanza a lo loco montaña abajo, siempre será mejor que hagan eso a que se queden delante de un ordenador colgando gilipolleces en Facebook o Twiter o, lo que es peor, sentados en una plaza pública a la espera del camello que les venda la dosis y los convierta en yonkis perpetuos. En definitiva, para algunos señores responsables del ecologismo tinerfeño es más importante que no se estropee un camino forestal (también se deterioran las carreteras con el paso de los coches y hay que arreglarlas de vez en cuando) que evitar que la juventud crezca obesa y drogadicta. Vivan las campañas en contra del sedentarismo. Si esto es ecologismo, es para ciscarse en ese ecologismo.
Me dice Wladimiro Rodríguez que todo será cuestión de llegar a un acuerdo con los afectados. ¿Cuál? ¿El mismo que con los propietarios de los todoterreno? Frente a miles de solicitudes, quinientos permisos al año para circular por unas pocas pistas, no por todas, colgados en Internet. A los que se dan prisa les toca la muñeca en la tómbola. Los demás, a dar vueltas a la plaza o a pasear por Alcampo; una forma, qué duda cabe, de ir al campo. Quinientos permisos en cuya adjudicación participa una asociación no oficial que tiene sus socios. ¿Sabe alguien de antemano el día y la hora a la que se abre la lista en la Red? No lo afirmo; sólo lo pregunto.
A Wladimiro lo he apoyado en muchos asuntos porque pienso que ha hecho mucho, muchísimo, por los montes de Tenerife. Pero esos montes son para el disfrute de quienes viven en esta Isla y aun de quienes la visitan, no para meterlos en una vitrina a la que sólo tienen acceso los técnicos del Cabildo y, lo que es peor, algunos funcionarios de la Comunidad autónoma a los que el propio consejero de Medio Ambiente y Paisaje de la Corporación insular, con toda razón, considera urbanitas de oficio que ni siquiera le permiten el acceso al personal del Cabildo a determinados espacios naturales. Espero que al final impere la demostrada cordura de Rodríguez Brito, porque al paso que vamos pronto no se podrá ir al monte ni a pie. De locos.

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